Luis González Palma. Una isla hecha de agua
Creo que en nuestra memoria todo olor tiene un sonido que lo acompaña. En la mía el olor a pino que inundaba el jardín de la casa de mi tía mientras jugaba me recuerda la voz de mi abuela materna a quien siempre visitaba en la azotea: el olor a pino y su voz eran lo mismo para mí, una emoción que ahora entiendo como sutiles caricias en una infancia desesperada.

Este proyecto nace por el deseo de aventurarme en el mundo microscópico de dedicatorias o anotaciones que generalmente hay en el reverso de las fotos familiares. Huellas que viven en un espacio que palpita oculto y silencioso. Al ampliar esos mínimos trazos cien veces a través de un microscopio electrónico podemos encontrar formas inesperadas, perspectivas inéditas.

Vivimos en un mundo en el que habitan otros mundos. El universo infinito tiene su espejo en lo microscópico, algo evidente para seres privilegiados que lo han dicho a lo largo de la historia en diferentes culturas.

El olor a pino es lo que escuchas es una extensión del proyecto -Una isla hecha de agua. Ambos persiguen lo mismo, se afanan en mostrar los aspectos visuales de un mundo que nos está vedado sin el aporte de la tecnología. También tiene que ver con algo que me conmueve: el tomar consciencia de que en mis fotos familiares llevo el olor de mi pasado, un olor que evoca murmullos y sonidos de un tiempo ya distante pero que sigue siendo un eco en mi memoria, en mi cuerpo.

Mucho de lo que me conmueve y emociona está en pocos gramos de materia. Universos enteros. Al final, parece que llevo las estrellas no solamente en mi consciencia, también habitan en lo que tomo y acaricio en la palma de mi mano, con el roce de mis dedos y con el silencio de mi mirada.

Luis González Palma

I think that in our memory every smell has a sound that accompanies it. In mine, the smell of pine that flooded the garden of my aunt’s house while I was playing reminds me of the voice of my maternal grandmother whom I always visited on the roof: the smell of pine and her voice were the same for me, an emotion that I now understand as subtle caresses in a desperate childhood.

This project was born out of the desire to venture into the microscopic world of dedications or annotations that are usually found on the back of family photos. Traces that live in a hidden and silent pulsating space. By magnifying these minimal traces a hundred times through an electron microscope, we can find unexpected forms, new perspectives.

We live in a world inhabited by other worlds. The infinite universe has its mirror in the microscopic, something evident to privileged beings who have said so throughout history in different cultures.

El olor a pino es lo que escuchas is an extension of the project -Una isla hecha de agua. They both pursue the same thing, they both strive to show the visual aspects of a world that is forbidden to us without the contribution of technology. It also has to do with something that moves me: the awareness that in my family photos I carry the smell of my past, a smell that evokes murmurs and sounds of a distant time but that continues to echo in my memory, in my body.

Much of what moves and moves me is in a few grams of matter. Entire universes. In the end, it seems that I carry the stars not only in my consciousness, they also inhabit what I hold and caress in the palm of my hand, with the touch of my fingers and the silence of my gaze.

Luis González Palma

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