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    Joaquim Paiva

    La mirada del coleccionista

    Centro Cultural Conde Duque

    12.02.2008 – 23.03.2008

    Centro Cultural Conde Duque, Madrid

    Del ojo propio al ojo ajeno

    «Tengo confianza en mi ojo». Buena virtud para un coleccionista. Quien dice esto es Joaquim Paiva, brasileño que ha reunido en treinta años una de las mejores colecciones de fotografía contemporánea de su país. Y en seguida añade: «El arte es algo que el hombre tiene que hacer con libertad. El arte puede ser desestabilizador, porque en la medida en que el artista saca al exterior lo que siente, puede estar contestando, cuestionando».
    La Mirada del Coleccionista reúne un conjunto de sesenta y siete fotografías pertenecientes a treinta y cinco autores brasileños contemporáneos. De las más de dos mil doscientas imágenes que integran la Colección Joaquim Paiva de Fotografía Brasileña Contemporánea, la selección se ha realizado entre las mil cien copias depositadas en préstamo por comodato en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. Es, por tanto, una muestra limitada, subjetiva y singular (como lo es toda colección) en la que el coleccionista desvela sin complejos un criterio de selección intuitivo y personal guiado más por la fuerza intrínseca de las imágenes y su vínculo con la visualidad contemporánea, plural y ecléctica, que por la rotunda belleza que las propias instantáneas expresan. En la Colección Joaquim Paiva no existe una línea temática o formal definida, si bien abundan las atmósferas osadas, las técnicas atrevidas, la transgresión artística… Los límites de la fotografía se traspasan y transgreden en muchas de las fotografías que la componen, como símbolo de expresión de la libertad del artista y del propio coleccionista.
    Joaquim Paiva inició su colección de fotografía brasileña con la adquisición en 1978 de tres fotografías de Miguel Rio Branco, y con el tiempo la ha convertido en una de las más importantes de Latinoamérica en su género. El joven coleccionista se sintió atraído por el colorido vibrante con el que el fotógrafo, ya por entonces reconocido, recreaba la realidad social de su país en una época en que la fotografía brasileña estaba invariablemente vinculada al fotoperiodismo en blanco y negro. A partir de esa primera adquisición, Paiva convirtió el coleccionismo en una actividad indisociable de su vida, imbuido por el convencimiento de que en Brasil existía -y existe- una producción fotográfica de autor vigorosamente creativa, underground, que trascendía y transciende el mero marco de la fotografía de reportaje. En cierta forma, asumió el compromiso vital de dar a conocer el trabajo de los fotógrafos brasileños más allá de las fronteras de su país.
    Para Paiva, fotógrafo él mismo y poseedor también de una importante colección de fotografía internacional, básicamente latina y norteamericana, coleccionar arte es hacerlo con la profunda convicción de que el coleccionista debe ejercer su tarea con placer, sin dejarse influir en exceso por las imposiciones y los modismos del mercado del arte. Ha de asumir la función social de captar las tendencias de una época, la riqueza y la variedad de la producción artística, ser nexo entre generaciones, dejar su propia huella a través de la colección y hacer que sus elecciones se asienten sobre criterios de calidad que legitimen su gusto personal como algo que está más allá del mero capricho. En sus propias palabras, “la gran tarea del coleccionista consiste en incrementar su colección, conservarla y darla a conocer. La colección debe reflejar el mundo a través de la visión particular y de la poética de cada artista, así como de la manera de ver del coleccionista». Y continúa: «Coleccionar es un estado del espíritu, una particularidad del carácter, una manera de ser, una forma de contribuir a los fondos de los museos de arte, que se consolidan gracias a la actividad de los coleccionistas». Según Paiva, el papel que desempeñan los coleccionistas comprometidos es una realidad, ya que influencian el modo en que el público ve y aprecia el arte, la fotografía. Su elección contribuye a certificar el trabajo del artista, a promocionarlo y, por lo tanto, interfiere en el mercado del arte apuntando hacia determinadas direcciones.
    En La Mirada del Coleccionista nos reencontramos con artistas ya conocidos en España, como Sebastião Salgado, con imágenes íntimas muy distintas a las que ha expuesto en nuestro país. Como Claudio Edinger, a quien muchos comparan con Diane Arbus, o Cassio Vasconcellos, que ha mostrado su trabajo en numerosas galerías europeas. De Rosângela Rennó contemplamos dos sugerentes composiciones repletas de misterio que contrastan con el rabioso color que aparece en las instantáneas de Miguel Rio Branco.
    La muestra incluye artistas nacidos en otros países, pero afincados en Brasil, como Thomas Farkas, nacido en Hungría y nacionalizado brasileño en su adolescencia; o la suiza Claudia Andujar, autora de una serie impresionante sobre los indios yanomami en la que ha volcado gran parte de su vida profesional. Una presencia imprescindible es la del etnólogo francés Pierre Verger, maestro del documentalismo brasileño, del que otros fotógrafos, Mario Cravo Neto es un ejemplo, se consideran discípulos.
    No se puede terminar estas líneas sin reseñar la riqueza cromática presente en las obras expuestas de Antonio Sagesse o Jair Lanes, la plasticidad matérica de Orlando Azevedo, o la perfección compositiva de Cristiano Mascaro, Rinaldo Morelli y Leopoldo Plentz. Valdir Cruz nos sitúa sin concesiones ante dos retratos impactantes y André Dusek, en las minas de oro de Sierra Pelada que fotografió unos años antes que su compatriota Salgado. Junto a Paulo Gil, Amorim, Guimarães y el resto de grandes fotógrafos que forman esta colección, resalta la conmovedora simplicidad de las escenas cotidianas de Luis Humberto, la creatividad tan actual de Kenji Ota o Milton Montenegro y la ternura de esa fotografía maravillosa de Rogério Reis que ha servido de imagen para esta exposición. Entre todos, forman un todo representativo del arte fotográfico brasileño actual.

    Blanca Berlín. Comisaria

    Madrid, enero de 2008

    Texto extraído del catálogo «La mirada del coleccionista».

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